jueves, junio 01, 2006

Cuando una imagen no vale más que mil palabras

La imagen “se arma” en la cabeza de las personas constituyendo un fenómeno de opinión

La gente se demoran pocos segundos en “creer” como serían las personas públicas o personalidades, quiénes utilizando un vestuario de calidad asesorado por modistos, una manera de hablar correcta y bien modulada, tener la suerte de nacer con una presencia física agradable o estar en un cargo importante conseguido, quizás, a base de contactos, dan la impresión y hacen pensar que detrás de esa imagen existe una persona “muy inteligente y que posee muchos conocimientos”. Pero no siempre es así.

Habitualmente la gente se deja llevar por impresiones “audiovisuales” para creer que detrás existe una persona intelectualmente muy preparada y “compra” lo que ve. Una situación que vemos a diario en autoridades, artistas o deportistas que “parecen algo que, a veces, no son” y que los medios de comunicación, especialmente la televisión, se encargan de reafirmar.

Generalmente no existe correlación entre la inteligencia y capacidad de una persona y lo que se ve o conoce. Se cree en estereotipos, descartando opciones de análisis real, nublando la verdad. El impacto que se causa en otra persona depende un 55% de cómo lucimos y nos comportamos, en un 38% en como hablamos y un 7% en los que decimos.

La imagen se arma en la cabeza de las personas constituyendo un fenómeno de opinión en "una representación mental, concepto o idea" que se tiene acerca de una persona pública, en un juego repetido incesantemente hasta estabilizarse en la memoria.

Esas percepciones sucesivas de la gente ocasionan, a través del tiempo, una reimpregnación de la memoria de un modo esencialmente acumulativo y se arma la imagen al mismo tiempo que se desarrolla todo un sistema de asociaciones y de valores que se estabilizan en la conciencia colectiva.

La imagen se forma en un nivel subjetivo por todas las experiencias más o menos directas que el sujeto a tenido con otras personas, y en un nivel social, por toda la información indirecta que circula a nivel interpersonal o de los medios de comunicación.

Por lo tanto, identificar el talento y competencias reales de una persona pública no es tarea sencilla. No depende sólo de la forma, sino también del contenido.

Una persona también es una marca que se empaqueta y se vende de la forma que resulte más interesante. Detrás de una imagen bien elaborada puede haber un cerebro bastante vacío y una boca con mil palabras que no dicen nada. Pero irradian y proyectan una imagen de “gran algo”

Y usted: ¿Que slogan utilizaría para venderse?

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